domingo, 24 de abril de 2011

El duende y el ratón.

                                                                                                            



    Dicen que en la oscuridad de la noche, habitan unos pequeños seres, muchos de ellos dueños de una luminosidad provocada por sus pequeñisimos faroles que siempre llevan consigo.


     Habitan en los jardines y en los rincones de las casas de madera. Suelen celebrar grandes reuniones y fiestas entre los leños de las cocinas sureñas.


          Siempre visten bien, usan unos bonitos sombreros rojos, amarillos o lilas; chalecos y pantaloncitos que generalmente hacen juego con sus sombreritos y en sus pies usan unas calzas que terminan en punta coronados por cascabelitos.




     Generalmente, cuando en las noches despertamos sin ningún motivo aparente, es que uno de ellos a pasado corriendo por la almohada muy cerca de nuestra cabeza, haciendo sonar sus calzas con cascabelitos.
Son bastantes traviesos y bromistas, muchas veces se sientan al lado de nuestras orejas y nos susurran los sueños que más tarde tendremos. En otras ocasiones participan directamente de ellos, pero el placer más grande entre sus bromas es despertarnos justo en el momento culminante de un bonito sueño. Y como lo hacen? ; pues bien nos pegan con la punta de su farolillo en la nariz y salen arrancando.


     Bien esta es la historia de uno de ellos. Que por buen duendecillo que se precie, también tenía su farolillo y sus calzas de cascabel, signo inequivo de ser un experimentado duende de los sueños. El nombre de este duendecillo era Plis-Plin y se jactaba de ser muy conocido en la comunidad nocturna de las flores de los jardines y bosques; donde también habitan otros seres algunos de luz como pequeñitas hadas o suspiros del viento; este duendecillo era muy famoso por sus bromas algunas de ellas muy pesadas. Plis-Plin como todas las noches, salía a inventar sueños entre los niñitos que dormían desde temprano en sus camas abrigaditos.


     Saltaba de almohada en almohada, susurrando sueños en los oídos de los niños, cuando se encontró de sorpresa con otro trabajador nocturno y también paseador de las cabeceras infantiles. Era Don Ratón Dentista; Plis-Plin había escuchado muchas veces en las reuniones de duendecillos de los sueños; sobre este señor Ratón, toda una autoridad nocturna ya que él se dedicaba a retirar de debajo de las almohadas todos los dientes de leche que se caían de las boquitas de los niñitos y niñitas, a cambio les dejaba una moneda de chocolate.


     Su labor era muy importante y respetada.


     Nuestro duendecito lo miraba intrigado sentado sobre un libro de cuentos. El Señor Ratón lo miró y lo invitó a acercarse para que conversaran un rato. Él Ratón Dentista era viejito usaba anteojos y bufanda, además cargaba dos maletitas, una con las monedas de chocolate y otra con los dientecitos de leche que retiraba de las almohadas.
 
       Estuvieron charlando largo rato mientras comían algunas monedas de chocolate. Sé rieron bastante contándose las anécdotas que solían ocurrirles a ambos en las noches de trabajo. Y ya que se habían llevado también decidieron continuar juntos esa noche trabajando; mientras el duendecillo susurraba los sueños al oído de los niños, el Señor Ratón Dentista revisaba bajo las almohadas en busca de algún dientecito de leche para cambiar por una moneda de chocolate.


     Así estuvieron toda la noche hasta que llegó el amanecer y también llego la hora de despedirse. Pero el duendecillo Plis-Plin tenía una gran duda y era ¿qué hacía el Señor Ratón Dentista con todos los dientecitos que recolectaba durante la noche? .


     El Señor Ratón le explica a nuestro curioso duendecillo que todos los dientecitos, se llevan a una gran fábrica en donde se lavan en rica leche de vaca recién ordeñada y se los pinta con una capita de dulce de calcio, se les deja secar y después el Señor Ratón Regala Sonrisas; que era un ratón blanco de orejas rosadas y también de anteojos; los va colocando en las almohadas de los bebitos para que la Señora Hada de La Luz Azul, pase y con un toquecito de su varita mágica, el dientecito aparezca en la boquita de los chiquitos como el primer regalo de los seres de la noche.


    Después que Plis-Plin dio por satisfecha su curiosidad se despidió del Señor Ratón Dentista y partió corriendo a saltitos hacia su mullida camita de hojitas y pétalos que tenía dentro de un alerce.

     Había sido una noche muy interesante y se prometió a sí mismo volver a encontrarse con el Señor Ratón Dentista pero esta vez le iba a llevar como regalo un dedal de néctar tibio y un rico trozo de queso.






                                                                    F I N